domingo, octubre 26, 2008

Clara baja las escaleras rápidamente: tiene miedo de quedarse arriba viéndolo dormir y volver a amarlo. Ya lo amó, muchas veces antes, ya lo lloró tantas veces y sin embargo, no aprende. Se despierta una vez más al lado de Alejandro, lo ve dormir, lo acaricia, lo tapa para que no tenga frío, lo vuelve a mirar, lo besa, lo ama.
Se hace un té esperando inútilmente tirar junto con el saquito todas las mañanas que pasó con él y se sienta en una silla de la cocina esperando que el mediodía llegue pronto y Ale se despierte, le de un beso y se vaya, otra vez.
Siempre era un otra vez. Tal como un guión anónimo escrito en las sábanas de la cama de Clara él se escapaba por la puerta de adelante, adelante suyo, con su permiso.
¿Por qué se sentaba a despedirlo felizmente? ¿Por qué se quedaba mirando la puerta de madera, abandonada, cerrada, fría? ¿Acaso esperaba con su té a que él volviera, otra vez?
(...)

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