martes, octubre 28, 2008

Se recuesta, retorcida, agobiada del perfume de él que se eleva de la cama cada vez que golpea la almohada con el puño, cerrado, violeto, triste. Da mil vueltas y una más, enredándose cada vez más en sus pensamientos al mismo tiempo que sus blancas piernas se enroscan con las sábanas azules encadenándose al dormitorio como los días anteriores.
El café amargo se enfría sobre la mesa de luz de pino oscuro repleta tazas vacías y otras no tan vacías situadas bajo la única luz en la habitación de Clara; el velador encendido permite vislumbrar el objetivo de los puñetazos, patadas y almohadonazos que da de vez en cuando cuando no se permite seguir llorando.
Las telas de la cama parecen un piso de hielo y lo parecen aún más a medida que las lágrimas que caen se siguen enfriando, tal y como el café.
Piensa como seguir mañana en la mañana una vez que sus días libres hayan acabado y deba enfrentarse frente al espejo, al sol y al afuera. Se levanta débil e inestable pero se levanta; busca en el baño papel higiénico y se seca el llanto, por lo menos el que se ve.
Clara abre la ducha y va a calentar su café mientras el agua se calienta...
(...)

Èse gran soñador soñò de dìa lo que realizò al anochecer.

lunes, octubre 27, 2008

(...) Clara deja el té sobre la cuadrada y chiquita mesa de la cocina con cuidado, para no volcar nada fuera de la taza amarilla. Se cruza de piernas y pone sobre ellas sus manos en forma de cruz tirando su cuerpo hacia el respaldo de una silla dura y marrón y mira hacia la nada. Por momentos parece quedar atrapada en los azulejos que tiene enfrente pero se distrae con facilidad con el gato que tiene bajo la mesa jugueteando con sus pies. Le da un sorbo al té, suspira y vuelve a beber. “Que amargo que está“ piensa, y busca en el viejo modular la azucarera con una esperanza inconsciente de endulzar también su vida.
Mientras pone cuchara a cuchara el azúcar en el líquido marrón piensa en los suspiros que ha difundido esa tarde; sigue suspirando.
Alejandro entra por la puerta y Clara para de suspirar...

domingo, octubre 26, 2008


La lluvia de a dos es siempre mejor
cuando no se extraña el piso, es más fácil salir volando
y no pisar las marcas de las gotas en el barro

Cuando termine de llover,
llegaremos al arcoíris,
porque el arcris no existe si no se empapan dos




Clara baja las escaleras rápidamente: tiene miedo de quedarse arriba viéndolo dormir y volver a amarlo. Ya lo amó, muchas veces antes, ya lo lloró tantas veces y sin embargo, no aprende. Se despierta una vez más al lado de Alejandro, lo ve dormir, lo acaricia, lo tapa para que no tenga frío, lo vuelve a mirar, lo besa, lo ama.
Se hace un té esperando inútilmente tirar junto con el saquito todas las mañanas que pasó con él y se sienta en una silla de la cocina esperando que el mediodía llegue pronto y Ale se despierte, le de un beso y se vaya, otra vez.
Siempre era un otra vez. Tal como un guión anónimo escrito en las sábanas de la cama de Clara él se escapaba por la puerta de adelante, adelante suyo, con su permiso.
¿Por qué se sentaba a despedirlo felizmente? ¿Por qué se quedaba mirando la puerta de madera, abandonada, cerrada, fría? ¿Acaso esperaba con su té a que él volviera, otra vez?
(...)

sábado, octubre 25, 2008

Y me pregunto que será de mi en las solitarias noches oscuras
cuando ya no estés para protegerme de mí misma
¿Qué se supone que haré cuando ames de nuevo?
.
.
.
Me sentaré y esperaré al amanecer para buscarte
entre cada calle de la ciudad en la que te escondes
te volveré a encontrar una vez mas en mi mente
para asegurarme de que aun sigues allí
De cómo un joven y una joven se cruzaron en una esquina de algún pequeño recuerdo...

Clara miraba televisión cuando el cabello largo de un actor la hizo acordarse de un hombre en un recuerdo viejo y desgastado que no había visitado desde el día ese en que supo que solo podría recordarlo el resto de su vida.
Abrió un cajón rebalsado de trozos de papeles inservibles y significativos y sacó una pequeña y arrugada servilleta desde el fondo.
Te amo.
Le hubiera gustado leer aquello escrito sobre el papel de confiteria. Le hubiera gustado que Alejandro lo hubiera sentido. Le hubiera gustado tomar el café juntos. Le hubiera gustado sostener hoy la servilleta con él.
Pestañeó repetidas veces para encarcelar las lágrimas que el recuerdo de Alejandro liberaba y ordeno todo para cerrar el cajón, otra vez. Entonces pensó en todas las veces que lo abrió y cerró, en todas las veces que pestañeó para no llorar, en todas las veces que lloró igual. Le hubiera gustado haber cerrado el cajón hace mucho o por lo menos abrirlo sin suspirar.
Clara termino de ver la película, lloró y esta vez, sí cerró el cajón.

(...)

miércoles, octubre 22, 2008


Cada día debería tener un amanecer distinto
Y tener su propio sol radiante saliendo
Y cada nuevo sol debería iluminar tu rostro
Instalándose sutilmente en tu corazón

Delicadamente apoyarían cada rayo
Sobre tu tierna mirada triste
Y con ellos deberían secar tus lagrimas
mientras suaves pintarían tu boca

¡Deberían haber muchos soles cada día!
Para que encaminen brillante tu camino
¡Deberían haber muchos soles!
Y graciosamente con cada uno podrías jugar

En las noches, una sola luna será necesaria
Para que te cante dulcemente en el oído
Y te acunaría con ternura
hasta dormir
Prendiéndote las estrellas resplandecientes

Guardaría con cuidado tus sueños al despertar
Devolviéndotelos al marcharse
la luz
Con los que jugarían mientras duermes

En las noches una sola luna será suficiente
Para que te tome con sus brazos
Y con su blanca luz, de la oscura noche te proteja

En la simplicidad de las palabras,
. ..............................Està la complejidad del sentimiento.

lunes, octubre 20, 2008

¿A dònde se fueron aquellos complejos dìas nublados?
¿A dònde se fue la lluvia regada de rocios nocturnos?
Nuevamente suena el blues de los oscuros cielos noctámbulos
Vuelven a tocar melancolìa sobre calles verdes y campos tristes

¿Cuando fue que se despidieron los amores fugitivos?
Corren pròfugos pizando sus zapatos agrietados
¡Callejeros vagabundean los amores!
Vagos y temerosos desalientan a cualquiera enamorado
¿Es asì como nos acobardamos del amor abriles atràs?

A orillas de la cama

A orillas de la cama,
En la esquina del colchòn
Me recuesto en la alfombra azul
Con mis brazos tirados sobre las pulidas sàbanas

A orillas del colchòn,
En la esquina de la cama
Donde te deje ir la ùltima vez
Donde me deje ir aquella vez

Dejès las ventanas sin llave
Por si mi corazòn te hacia volver
Y me dormì mirandote
en los cielos de mi imaginaciòn

A orillas de los rios
Que mis làgrimas formaron
Me encuentro encontrandote
Tan lejos y tan complejo