viernes, enero 23, 2009

Intuición, fe, desesperación, ganas de creer en algunas cosas, cansado de otras, podrido de los gritos, harto del silencio, mareado, vivaz, solo, con 85 marionetas actrices en su living, Juan L. se despierta extasiado de sensaciones de incomparables colores y luces y no puede creer que, en su casa, estén sus amados y odiados, y gente que no conoce, o no se acuerda, o cree que no se acuerda, o quiere creerlo o...,¿qué hacen estás personas acá? Tanta gente en su pequeño departamento; todas zumbando cosas que Juan L. no es capaz de escuchar o entender, y después que nadie lo ve o lo oye.
Tienen aspectos muy raros y joviales, su familia tan prematura y sus amigos y enemigos que parecían haberse metido en la Maquina del Tiempo del Profesor y haber regresado al pasado en donde recién lo conocían. Él en ese entonces no se conocía a sí mismo, y solía tener en sus sillones marrones y desgastados, manchas de Gin y de Vodka, y entre su basura no podía recordarse tirando algo sano, o sucio, o roto, era exclusivamente basura. Asesina, suicida, culpable, elemental, fácil, efectiva, inútil. Recuerda de pronto a la muerte sonriendo en sus narices en paquete blanco y liviano, y a las abejas ilegales clavando sus aguijones sobre su brazo, y todo era tan fácil y reconfortable...Podía olvidar a Rocío y a sus 6 meses, a sus progenitores tratando de encarcelarlo en lugares llenos de batas blancas y gente loca tratando a gente sana, pero por sobre todo, podía olvidarse completamente de sus 28 años.
Después vio un arbolito de navidad y por cada pelotita brillante se acordó de cada una de las caras que vio el día en que se lo llevaron a esa cárcel de salud, de la bronca que le dio verlos tan felices de que él se fuera, de Rocío en la cama por Valentino, ¡se acuerda de que no vio nacer a su Valentino!
Se acuerda de “la cárcel”, de ver hasta a las polillas correr por el suelo para esconderse bajo la cama de los policías de blanco que venían con caras largas y vacías. Se acuerda del vacío.
Finalmente, recordó que al volver a casa, no recordaba nada, hasta hoy, que volvió a aparecer esa muerte bien disfrazada y se trajo a todas las caras conocidas para que lo juzguen.
Juan L. se convence de que fue un sueño, pero todavía hay rastros en el tacho de basura.

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