domingo, abril 05, 2009

Cubierta de sábanas de papel me entregué al vacío de la noche, oscura y brillante.
Negra por naturaleza, luminosa por el hombre despierto; corren entre sus calles almas en pena; los fantasmas descansan, las mentes vivas no. Algunos sueñan con salir, otros con entrar. En el hueco entre el sueño y la vigilia se aglomeran millones de voces, unas sobre otras, gritando, riendo, cantando, aullando. Es la noche, todo vale. Todo, menos descansar.
Es el encanto maldito de muchos que por las noches dejan sus luces prendidas a manos de su inimaginable fantasía. Piensan, sienten, hacen, nacen. La noche no les da respiro, miren para donde miren el cielo negro está ahí, para observarlos, protegerlos, como un espejismo de la nada misma y, a su vez, del todo.
Miro por la ventana de mi habitación de la que esta noche no salí, el sol se aproxima; esa luz me intimida y me obliga a despertar. Ya estoy despierta otra vez. Para nosotros el día es solo el intermedio entre la noche anterior y la que vendrá.

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