lunes, septiembre 21, 2009

Una palabra pedía Fabián. Ni dos, ni tres, ni una oración larga. Sólo una palabra. No tendría que justificarla ni sentirla.
Chau.
Cuatros letras pedía Fabián. Ni dos, ni cinco. Sólo cuatros letras que no formaban “amor”, pero que lo despedían.
Chau.
Una palabra de cuatro letras pedía Fabián. Sin coma ni puntos suspensivos. Sin halagos, sin mentiras. Con punto final.

Chau.
Cien veces pedía la palabra de cuatro letras. Y noventa y nueve veces era muy tarde.
Una palabra de cuatro letras escuchó una tarde, de una voz conocida. Pero esa palabra ya no le correspondía.

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