miércoles, noviembre 30, 2011

Clara se preparaba para el que sería su primer día de trabajo desde que su Alejandro se había ido para casi siempre. Se perfumaba y se ponía su bufanda azul. Se vestía las botas nuevas, también azules. Peinaba su cabello recién teñido y brilloso. Se miraba al espejo por primera vez desde que su Alejandro se había ido para casi siempre.
Volcó agua caliente sobre su taza transparente, golpeando su último saquito de té verde, y terminaba con dos cucharitas de azúcar. Se sentó en la silla de madera de su cocina y observó la puerta verde que cruzaría en menos de 20 minutos. Clara iba a dejar su casa por primera vez desde que su Alejandro se había ido para casi siempre. Eso la aterraba. Estaba convencida de que del otro lado de la puerta, o en la esquina quizás, habría un monstruo enorme y huesudo esperando por ella. Tomaba un sorbo de té cada vez que pensaba en aquello, intentando que el liquido hirviendo la despertara de su deja vù. Pero ni el té más caliente del mundo aliviaba sus suspiros cuando se sentía sola. Pero hoy todo cambiaría; saldría a la luz del día, se vería más clara que nunca y podría conocer a alguien nuevo, como esperaba su madre.
Nada la preparaba para lo que vendrìa...

domingo, noviembre 27, 2011

Clara se atiborraba dentro de los más profundos mares. Se dejaba alcanzar por los más fuertes vientos. Dejaba que la nieve y el sol quemaran su piel. Pero nada había sido más peligroso y perdurable, que amar a Alejandro.
Y se preguntaba en el oleaje de sus pensamientos. Si su piel se cortara con amar, cómo sabría yo que la mía no haría lo mismo? Y si el amor nos volviera ciegos, cómo nos distinguiríamos cuando todo se vuelva muy oscuro?
Realmente Clara no se había dado cuenta que no hacía falta volverse ciega para no saber diferenciarse entre ella y Alejandro. Pero si había pensado en que a través de todos estos años ya nada podía vulnerarlos, porque entonces, tendría sentido intentar siquiera? Después de mil días, podría sentir algo menos que amor?

domingo, octubre 23, 2011

Jura belleza tu cruel amor.
Juran crueldad tus besos ideales.
Mienten, todos mienten. Mientes tú.
Y mi corazón cansado de jurar verdades,
Cree puntualmente aquello que harás.
Sabe que no hay nadie, que pueda jurarme,
Aquella sugestión de mentiras, que tú me dirás.
Así, la otra cara de tu alma, prieta y quemada,
Será la única, que mis caras verán.

martes, agosto 09, 2011

Clara volvía a construir el sendero hacia Ale todas las mañanas para poder caminar por el durante el resto del día. Y en él, en el camino llamado Alejandro, podía desfilar por toda la substancia que significaba volver a estar juntos. Aquel atajo tranquilo era sinónimo indudable de su vida. Así, Ale, dejaba de ser una pieza en Clara para ser su orgulloso absoluto.

domingo, julio 24, 2011

. Cuando todos ellos dicen que debes estar ya olvidado, yo te encuentro disimuladamente en mi vacío. Y cuando todos te alejan en el tintero, yo te rescato en los renglones. Todos ellos no se dan cuenta, de que terrible seria el mundo si no lo estamparas de tu resbalosa y fría fuerza.
Decir no te amo, fue una blasfemia necesaria para inmiscuirme en la sanación de mis sentidos.

Para Clara, todo lo contrario a Ale, es el mundo.
La cantidad de espacio que va a ocupar tu ausencia en mí va a depender de que tan alto me estés elevando ahora.

miércoles, julio 13, 2011

Detràs de Dolores. (P.2.)








(...) Las primeras noches no me inquieta demasiado. Para aclararle un poco la imagen le explico que vivo en un quinto piso medio oculto por un abundante mazacote de vegetación, entre ramas y enredaderas. Además, esta persona, si podemos llamarle así, no pareció muy alarmante, de modo que solo sentía curiosidad.
Sin embargo, hace un par de noches que ésta sombra no para de moverse para todos lados, muy inquieta y nerviosa. Y confirmo que es una sombra porque la he visto apoyarse sobre las paredes del interior de mi departamento, apoyándose la cabeza sobre las manos haciendo movimientos de negación con la cabeza.
Podrá usted imaginarse mi cagaso. Que de repente venga algo tan fantasmal a buscar refugio donde uno no es agradable. No obstante, nunca me agredió, si no por el contrario, no molestaba en absoluto, sólo se movía desesperadamente por las superficies. Hace unos cuatro días que llegué a la conclusión de que no había elegido mi hogar, si no mi compañía. El haberle prestado tanta atención las primeras veces debe haberla hecho creer que quiero hacer amistades. Y la verdad es que, yo no pretendo ningún tipo de relación con nadie, aunque no hable ni sea persona. Disfruto de mi soledad, realmente la disfruto.
Y allí está el problema Sr. Lagos, yo no quiero su compañía, y ésta desubicada sombra caprichosa no deja de perseguirme a donde quiera que voy. Me empiezo a sentir asfixiada e incluso voy a decirle que irrumpe mi intimidad también en el baño o cuando cambio de ropa; ésta sombra es una zarpada.
Esta situación me tiene muy cansada. No vaya a creer que no intente echarla un millón de veces, de hecho, tramar planes para que se aleje de mi vida se convirtió en una rutina sin interrupciones. Además, últimamente no se sólo limita a vagar a mi alrededor, también me hace jodas absurdas pero increíblemente molestas, como taparme la luz cuando leo un libro o coso algún pantalón, o a ponerse detrás mío de sorpresa para asustarme.
Ayer por la madrugada tuve una visita un poco intima y podrá usted imaginarse como me puse cuando la maldita interrumpía todo acto.
Ya no se como ponerle fin a esto, pero como usted es el dueño del edificio pensé que podría ayudarme a emitir alguna orden de desalojo ya que no creo en brujerías, ni en voodoo, ni en cosas raras.
Espero pueda usted ayudarme con este problema, porque creo que mi soledad quiere que vuelva, y yo la extraño; aparte entre nosotras, Sr. Lagos, no hay lugar ni para mi sombra.

Detrás de Dolores. (P.1)

A veces nuestros deseos más profundos no son lo que somos, si no una pequeña parte entre el todo. A veces dormimos instintos por respetar nuestros propios códigos y no despertamos nunca del sueño del “quiero ser” para quedar atrapados en él. Y es ahí cuando nuestros conflictos internos empiezan: despertamos y dormimos de a ratos, y somos distintos a cada minuto.
Pero me presento un poco más... superficialmente digamos. Me llamo Dolores, pero nada de decirme Lola, eso es para ultra-sociales, y yo no soy nada de eso. En mis cortos 23 años ya vivo sola por mi cuenta; y en mis ya largos 23 no tengo nada más que mi auto convicción de que la soledad es la solución a cualquier problema, a menos que el problema sea la soledad.
Vivo en Argentina; en un pueblo en donde para todos hay una misma historia y que por más que sea tranquilo y con poca población la gente tiene más estrés y destrucción crónica de neuronas que en cualquier otro lado. Mi único sueño siempre fue salir a vivir la vida donde ésta me lleve.
Se también que tengo mala suerte en el amor, porque no me gusta la gente y supongo que a la gente tampoco le gusto; quién sabe. Y como no tengo muchas más ganas de abordar el tema de mi personalidad, y además de que es totalmente irrelevante, voy a acortar la historia.
El tema por el que escribo desde tan lejos y tan tarde en la noche es por una situación extraña que me ocurrió ayer por la noche, mientras se me pelaban los cables por no tener más cigarrillos. Todo comenzó hace algunas semanas atrás cuando por mi balcón creí ver una silueta oscura, apenas tapada por unas cuantas ramas del árbol que tengo frente al departamento. La forma negra no se movía y permaneció quieta durante, al menos, dos horas. Luego, simplemente se desvaneció en la también oscura noche. (...)
Espero que dejes la constancia de ser inconstante; y que mientras camines por tu camino hecho de cristal, no lo rompas con tu voz de auxilio.
Virginia. (p.2).

(...) Podía haber continuado la carta de esa forma pero me pareció que excedía los límites de la sinceridad. Que Virginia no tenía por qué saber de mi cataclismo personal. Yo era el ser más orgulloso del mundo, incluso con ésta mujer a mi lado. Hasta ese momento que escribí el mensaje. Mi vanidad quedó en ruinas asimilando lo toda la destrucción de mi ser. Virginia no podría entender aquello jamás.
Espero tu respuesta. En verdad la esperaba. Honestamente, en mi interior, en mi guión fílmico inventado, en mis falsas esperanzas, no era su respuesta en sí lo que mi corazón quería. Esperaba que en aquella contestación estuviera ella para salvarme de mis desgracias. Esperaba sus palabras con la piel expuesta hacia sus caricias, con los ojos abiertos para los suyos, con el corazón latiendo a ultrasonido, con los brazos de par en par, con la boca cerrada para disfrutarla...
Un beso, nos vemos. ¿Un beso solo? Definitivamente me había convertido en un tacaño idiota. Virginia merecía todos los besos que un hombre pudiera dar, ¿y yo sólo le estaba deseando uno?
Cuanta mentira había en aquél nos vemos. Sin querer.
Nunca obtuve respuesta alguna, pero de todas formas, a veces considero que mi versión soñadora de su respuesta es mejor que una salida de su corazón. Con el tiempo aprendí a vivir en falsedades, con dolor en el pecho y en el alma. Aprendí a vivir sin Virginia.
Virginia. (p.1)

Ese día de viento le escribí una carta a Virginia. Y como casi toda carta de casi toda persona que no está acostumbrada a escribir cartas y sólo aprendió a redactarlas en la primaria, comencé con “querida”.
Y creo que pocas veces se emite el querida conscientemente; y allí en mi computadora, sentí que cada tecla que presionaba eran un “hola” y un “adiós” para Virginia.
Pero bien, luego del Querida Virginia (dos puntos y aparte) tenía que escribir algo que pintara el mensaje del color que yo quería, que le dijese a esa muchacha terca cuanto la amaba, aunque yo sabia muy bien que aquél comienzo era lo más simple y literal que había escrito alguna vez.
¿Cómo estás? Si tan sólo esa pregunta ingenua y obligatoria pudiera contener todas esas preguntas obsesivas que me pregunto-aba. Si tan sólo no tuviera que escribir para saberlo. Si tan sólo pudiera mirarla a través de esos ojos de hojas primaverales. Entonces comprendí que las palabras y las letras me importan lo que me importan las colillas de los cigarrillos en un cenicero viejo. Que escribir me gusta porque me acerca a ella en la distancia, cuando no puedo mirarla.
Yo estoy bien, todo sigue igual de aburrido ¿En verdad me digné a decirle que me encontraba bien en su ausencia? Esa frase no era de mi mundo, no pertenecía a mis sentimientos ni aunque yo lo quisiera. ¿Cómo iba a poder parecerme el mundo aburrido si cada puta cosa me la recordaba? ¿Tenían razón mis amigos cuando decían que estaba enloqueciendo? Evidentemente, yo bien no estaba.
Lo que pasa, Virginia, es que este mundo es una bola de engendros ajenos que no se asemejan ni a lo que una célula tuya puede ser. Y que la espalda me está matando de tanto estar agachándome a recoger los pedazos de mi corazón roto por vos. Que mi amígdala está en su punto de ebullición y necesito enfriarla con sueños despiertos de bajo presupuesto. Quería que sepas también, que mi vida se transformó en una película barata de ciencia ficción desde que te fuiste. Y odio las películas de ciencia ficción. (...)
La llevo de las manos por la ciudad y ella apretaba su mano llena de magia salvaje.
Pasaron varias veces bajo los mismos umbrales y aunque algunos eran oscuros, el no dudaría en tirar de la soga hacia arriba para rescatarla.
Y el le pregunto: ¿te ha hecho feliz este día?, sin saber que había logrado que esa felicidad subsistiera hasta el último minuto de su vida.
Llegue a tu corazón avergonzándome de mi locura. Llegue sin saber quien era. Y hoy me vi esforzándome por permanecer loca. Descuartizando cuanta coherencia sentía en mí, alejando todo lo sano de mi mente. Pero algo de coherente encontré en este encuentro: yo te ame desde el primer momento en que te vi; y así, irónicamente, te convertiste en mi locura.
¿Quièn volverá a unirme, cuando me hayas s e p a r a d o de mi misma y me lleves lejos junto a ti?

domingo, mayo 29, 2011


Sos selva frondosa. Sos cosas secretas. Sos la letra ilegible. Sos amor.

sábado, mayo 07, 2011

Habían pasado 6 meses desde que Clara perdono a Ale.
Y a pesar de tener algunas llagas en el corazón, y de que le dolieran de vez en cuando, Clara estaba ahora mejor que nunca. Porque aunque ahora doliera, ella sabía muy bien que lo que dolía era el amor. Que ya no dolía la ausencia, o la distancia. Ahora dolía estar tan poderosamente encadenada a él. Encadenada a Ale, la forma más poética de libertad que alguna vez hubiera conocido. ¿Y qué era la libertad sin su amor? ¿Qué importaba tener alas en un cielo nublado? Ale era su sol. Era su Urano.
Tantas veces sintió que la vida le había dado la espalda. Y que amar era cosa ajena a sí. Pero ahora con Alejandro, su corazón volvía a llorar. Y llorar era bueno para Clara. Un corazón que sufre, es un corazón que ama, que está vivo. Y bajo toooodas esas grietas en su pecho, salían de a poco pequeñas bocanadas de felicidad.

jueves, marzo 10, 2011

Destino,

Se que el puente será largo y firme pero me planteo la idea de que me dejes ir hacia él trepando los precipicios. Te prometo ser capaz de caer si esa es la única forma. Pero, por favor, no tardes más que toda la vida para unirnos; es preciso algo más que la eternidad para amarlo, es preciso que nos juntes mientras viva para que el amor sea.
Y aunque se que construyes nuestro puente con nuestras vidas, no te limites a excluir toda persona ajena.
Que las personas que tengamos que conocer hasta ser uno no sean demasiadas y que el amor se reserve hasta estar terminada la obra.
Y me haré presente cuando deba hacerlo, tantas veces como te sea necesario, aún si a él le toma más tiempo.
Y mi paciencia serà tan larga como nuestro camino juntos y seguiré esperando hasta que sea la noche y en la mañana también.
El aire en mis pulmones entrará de a sorbos y solo llegara a mis pulmones cuando del otro lado del puente estemos allí juntos, , él y yo.



viernes, enero 14, 2011

Hoy vi un a Mirlo guiñarle un ojo al grillo,
Y sentí al aire llenarse de olor a lluvia.
Hoy te vi en aquel pájaro solitario,
Repeliendo los candados de mi amor.
Cantas y no reclamas. Cantas para mí.
Tu voz ya no ruge, ya no es inquieta.
Y desde tu corazón pulsando en tu garganta,
Aquel canto musculoso, me oye, me habla y me mira.