Enterró su tristeza ahogada en los celos de su inocencia. Abatió sus miedos para llegar hasta los suyos. Esperó con desesperada paciencia y se impacientaba cada vez más. Oyó como sus ojos parpadeaban en medio del suave silencio, casi pudo oír a su corazón llorar como un niño asustado. Se llevo las manos temblorosas y frías a la cara rogándose no sentir las lagrimas caer.
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