Habían pasado 6 meses desde que Clara perdono a Ale.
Y a pesar de tener algunas llagas en el corazón, y de que le dolieran de vez en cuando, Clara estaba ahora mejor que nunca. Porque aunque ahora doliera, ella sabía muy bien que lo que dolía era el amor. Que ya no dolía la ausencia, o la distancia. Ahora dolía estar tan poderosamente encadenada a él. Encadenada a Ale, la forma más poética de libertad que alguna vez hubiera conocido. ¿Y qué era la libertad sin su amor? ¿Qué importaba tener alas en un cielo nublado? Ale era su sol. Era su Urano.
Tantas veces sintió que la vida le había dado la espalda. Y que amar era cosa ajena a sí. Pero ahora con Alejandro, su corazón volvía a llorar. Y llorar era bueno para Clara. Un corazón que sufre, es un corazón que ama, que está vivo. Y bajo toooodas esas grietas en su pecho, salían de a poco pequeñas bocanadas de felicidad.
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