Clara volvía a construir el sendero hacia Ale todas las mañanas para poder caminar por el durante el resto del día. Y en él, en el camino llamado Alejandro, podía desfilar por toda la substancia que significaba volver a estar juntos. Aquel atajo tranquilo era sinónimo indudable de su vida. Así, Ale, dejaba de ser una pieza en Clara para ser su orgulloso absoluto.
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