Sos vos, el nacimiento de Dios.
Hay un momento casi fundante en la vida de toda persona.
Un día. Un segundo.
Un llanto. Una carcajada inolvidable.
Una nevada. El ruido del mar.
Una pérdida. Un nacimiento.
Una decisión buena. Una decisión mala.
Un sueño. Una pesadilla.
Despertar junto a alguien por primera vez.
La primera vez.
Conocer a una persona.
Una persona.
Enamorarse. Enamorarla.
Yo, que que soy Dios y espíritu omnipresente,
no puedo recordar mi momento fundante.
No ha existido coronación,
no he nacido en una determinada hora.
Fui reconocido desde siempre por la vida,
que he ayudado a construir.
Yo, que he creado el Universo.
El Universo, que me ha creado a mí.
Yo existo en un viento liviano
y también en aquel arrasador.
Estoy, también, en un momento de felicidad.
A mí, que me han elegido por muchas religiones,
que me han puesto tantos nombres y tantos rostros.
A mí, que a veces no saben comprenderme.
Mi existencia, que muchos niegan y otros distorsionan.
A mí, que no siempre saben celebrarme.
Pero soy eso, aquella sensación, aquello todo.
Toda sabiduría y todo amor.
Y sin embargo, no puedo identificar mi momento fundante,
los tengo a cada momento,
cada vez que algo vive ésa entrañable experiencia
que cambia sus vidas para siempre.
Entonces, he elegido apropiarme de una ocasión que,
de alguna forma, es ajena a mí,
y desde allí la escojo para bautizar mi propio instante constitutivo.
Y yo he elegido a ése hombre,
que ésa mujer tanto ama.
No elegí su amor ni sus sentimientos.
Yo, lo he elegido a él,
el que a los ojos de ella,
es el momento fundante de Dios.