Detrás de Dolores. (P.1)
A veces nuestros deseos más profundos no son lo que somos, si no una pequeña parte entre el todo. A veces dormimos instintos por respetar nuestros propios códigos y no despertamos nunca del sueño del “quiero ser” para quedar atrapados en él. Y es ahí cuando nuestros conflictos internos empiezan: despertamos y dormimos de a ratos, y somos distintos a cada minuto.
Pero me presento un poco más... superficialmente digamos. Me llamo Dolores, pero nada de decirme Lola, eso es para ultra-sociales, y yo no soy nada de eso. En mis cortos 23 años ya vivo sola por mi cuenta; y en mis ya largos 23 no tengo nada más que mi auto convicción de que la soledad es la solución a cualquier problema, a menos que el problema sea la soledad.
Vivo en Argentina; en un pueblo en donde para todos hay una misma historia y que por más que sea tranquilo y con poca población la gente tiene más estrés y destrucción crónica de neuronas que en cualquier otro lado. Mi único sueño siempre fue salir a vivir la vida donde ésta me lleve.
Se también que tengo mala suerte en el amor, porque no me gusta la gente y supongo que a la gente tampoco le gusto; quién sabe. Y como no tengo muchas más ganas de abordar el tema de mi personalidad, y además de que es totalmente irrelevante, voy a acortar la historia.
El tema por el que escribo desde tan lejos y tan tarde en la noche es por una situación extraña que me ocurrió ayer por la noche, mientras se me pelaban los cables por no tener más cigarrillos. Todo comenzó hace algunas semanas atrás cuando por mi balcón creí ver una silueta oscura, apenas tapada por unas cuantas ramas del árbol que tengo frente al departamento. La forma negra no se movía y permaneció quieta durante, al menos, dos horas. Luego, simplemente se desvaneció en la también oscura noche. (...)
A veces nuestros deseos más profundos no son lo que somos, si no una pequeña parte entre el todo. A veces dormimos instintos por respetar nuestros propios códigos y no despertamos nunca del sueño del “quiero ser” para quedar atrapados en él. Y es ahí cuando nuestros conflictos internos empiezan: despertamos y dormimos de a ratos, y somos distintos a cada minuto.
Pero me presento un poco más... superficialmente digamos. Me llamo Dolores, pero nada de decirme Lola, eso es para ultra-sociales, y yo no soy nada de eso. En mis cortos 23 años ya vivo sola por mi cuenta; y en mis ya largos 23 no tengo nada más que mi auto convicción de que la soledad es la solución a cualquier problema, a menos que el problema sea la soledad.
Vivo en Argentina; en un pueblo en donde para todos hay una misma historia y que por más que sea tranquilo y con poca población la gente tiene más estrés y destrucción crónica de neuronas que en cualquier otro lado. Mi único sueño siempre fue salir a vivir la vida donde ésta me lleve.
Se también que tengo mala suerte en el amor, porque no me gusta la gente y supongo que a la gente tampoco le gusto; quién sabe. Y como no tengo muchas más ganas de abordar el tema de mi personalidad, y además de que es totalmente irrelevante, voy a acortar la historia.
El tema por el que escribo desde tan lejos y tan tarde en la noche es por una situación extraña que me ocurrió ayer por la noche, mientras se me pelaban los cables por no tener más cigarrillos. Todo comenzó hace algunas semanas atrás cuando por mi balcón creí ver una silueta oscura, apenas tapada por unas cuantas ramas del árbol que tengo frente al departamento. La forma negra no se movía y permaneció quieta durante, al menos, dos horas. Luego, simplemente se desvaneció en la también oscura noche. (...)
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