jueves, enero 29, 2009

No abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí,
puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos tendrás mi piel.
Tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás
dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso. Tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyare mis labios allí y los abriré bajando poco a poco.
Hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tu serás mío para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa.


Seda,Alessandro Baricco

domingo, enero 25, 2009

Febo Azul


Rápidamente buscaba formas de mantenerse distante de él mismo y se sumergía en cualquier cosa que entorpeciera sus pensamientos; a veces era la tele, otras la radio, pero jamás se había visto envuelto en tal concentración sobre tal cosa: aquél viejo elefante azul sobre la mesita ratona del living. Pequeño, pero imponente; esos ojos que simulaban farolas iluminando desde el mantel floreado hasta el piso de parqué.
-Esos ojos... - se repetía sin detenerse mientras se arrodillaba en el suelo.
Se detuvo a observar con más cuidado las flamas dentro de las gemas azules que formaban su vista, su luz. Se preguntó cuan costosas serían, o cómo habían resultado en su ordinario adorno hogareño.
-¿Cómo es posible? - seguía balbuceando a solas en la oscuridad.
Al pasar los días, el origen de aquella luminosidad se fue tornando cada vez más carente de importancia pues, en las semanas solitarias que le siguieron, el elefante se había convertido en su compañía diaria y, además, él parecía estar hechizado con el brillo de esa mirada artificial.
Acorde los meses pasaban, las cuentas se iban acumulando en la puerta de Febo, pero él sólo podía estar atento al ornamento azul. Y el hombre alegre y extrovertido que había sido alguna vez, se veía atrapado en dos ojos que brillaban dentro de la porcelana manteniéndolo quieto, mudo, incierto. Así como el animal falso era.
De todas formas, el tiempo perdido no devolvía dinero, ni comida, ni cuentas pagas y Febo, debía sobrevivir. Con el estómago gritando de hambre y a oscuras comenzó a desesperarse y a buscar soluciones donde estaba seguro no podría encontrarlas. Se negaba a separarse del brillo fosforescente que irradiaba su valiosa antigüedad y, por ende, a cualquier oferta de trabajo.
Al sexto mes, los ojos de vidrio, la soledad, el hambre, la penumbra, enloquecieron por completo al apasionado hombre y en su desesperación, se encontró una mañana con la billetera llena y su casa vacía. No podía recordar nada de lo que había ocurrido, sólo se exaltó al pensar en su pertenencia más preciada y se asustó. Pero allí estaba, en una esquina de la habitación, esperándolo. Se acercó lo más cerca que le fue posible y comenzó a llorar de dolor al ver dos huecos en la cabeza del elefante. Su amado resplandor se había ido, no quedaba nada que lo iluminara.
Y se dice, que por algún desierto de África yace ciego un elefante azul, recostado sobre el árido suelo.

Febo (latino). El que brilla, el que resplandece.

viernes, enero 23, 2009

Intuición, fe, desesperación, ganas de creer en algunas cosas, cansado de otras, podrido de los gritos, harto del silencio, mareado, vivaz, solo, con 85 marionetas actrices en su living, Juan L. se despierta extasiado de sensaciones de incomparables colores y luces y no puede creer que, en su casa, estén sus amados y odiados, y gente que no conoce, o no se acuerda, o cree que no se acuerda, o quiere creerlo o...,¿qué hacen estás personas acá? Tanta gente en su pequeño departamento; todas zumbando cosas que Juan L. no es capaz de escuchar o entender, y después que nadie lo ve o lo oye.
Tienen aspectos muy raros y joviales, su familia tan prematura y sus amigos y enemigos que parecían haberse metido en la Maquina del Tiempo del Profesor y haber regresado al pasado en donde recién lo conocían. Él en ese entonces no se conocía a sí mismo, y solía tener en sus sillones marrones y desgastados, manchas de Gin y de Vodka, y entre su basura no podía recordarse tirando algo sano, o sucio, o roto, era exclusivamente basura. Asesina, suicida, culpable, elemental, fácil, efectiva, inútil. Recuerda de pronto a la muerte sonriendo en sus narices en paquete blanco y liviano, y a las abejas ilegales clavando sus aguijones sobre su brazo, y todo era tan fácil y reconfortable...Podía olvidar a Rocío y a sus 6 meses, a sus progenitores tratando de encarcelarlo en lugares llenos de batas blancas y gente loca tratando a gente sana, pero por sobre todo, podía olvidarse completamente de sus 28 años.
Después vio un arbolito de navidad y por cada pelotita brillante se acordó de cada una de las caras que vio el día en que se lo llevaron a esa cárcel de salud, de la bronca que le dio verlos tan felices de que él se fuera, de Rocío en la cama por Valentino, ¡se acuerda de que no vio nacer a su Valentino!
Se acuerda de “la cárcel”, de ver hasta a las polillas correr por el suelo para esconderse bajo la cama de los policías de blanco que venían con caras largas y vacías. Se acuerda del vacío.
Finalmente, recordó que al volver a casa, no recordaba nada, hasta hoy, que volvió a aparecer esa muerte bien disfrazada y se trajo a todas las caras conocidas para que lo juzguen.
Juan L. se convence de que fue un sueño, pero todavía hay rastros en el tacho de basura.

sábado, enero 17, 2009


Juan L. se queda dormido, bajo el retrato de su piano ya deshecho
Sueña con acordarse de las melodías que compuso para ella
Juan L. se despierta, casi totalmente despabilado y sueña despierto
Con las notas que no se atreve a dedicarle a nadie
Juan L. solìa confiar en los cientos de sonrisas
y abre los ojos todos los dias, esperando que alguien los abra tambien.
Se esconde entre la cortina de humo de su marchito cigarrillo ya consumido
Y se acurruca en el sillón rojo haciendo de cuenta que tiene frío
Juan L. no sabe, que el coctel de pastillas que tomó no le hacen tener frío
Se pregunta cómo puede llamarlo destino, si jamás la volverá a ver
Y se duerme como vive, entre cenizas y humo.


Ale deslizaba su mano bajo la tela blanca que se fundía sobre el cuerpo de Clara, desojaba cada centímetro de piel a medida que la besaba y difuminaba las líneas que se interponían entre su abrazo, por lo que Clara estaba segura, ahora sí ella era parte de Ale. Su ardiente corazón latía con más intensidad que nunca y parecía tocar el pecho de Ale, parecía palpitar excitado junto con él como si funcionaran dentro de un mismo cuerpo.
Y así, Clara cerró los ojos para dejar a su corazón seguir golpeándolos con fuerza.

viernes, enero 09, 2009

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Y sentada en el sillòn, jugò con los dedos y con las lunas que creyò que habìa olvidado. Se habìa olvidado que las tenìa en el bolsillo de la campera esa que da calor, se cruzò de piernas y se acordò lo que soñaba en esas lunas y sonriò. Ojala no las conquiste nadie màs, Santi y yo nos la rebuscàbamos bastante bien.

lunes, enero 05, 2009

Desaparecía en la neblina de la plaza del centro dejando a Clara secando sus lágrimas con las mangas de su saquito de lana blanco. Pronto volvería, no porque él así lo prometiera, sino por las interminables despedidas que ella ya vivió por Ale. No sabía si al volver a su casa dejaría la puerta abierta para cuando el volviera y así, fuera una sorpresa, o cerrarla, y enseñarle a Ale que no siempre iba a esperarlo con los brazos abiertos y la memoria deshecha. En realidad, Clara nunca olvidaba cuando la herían, solo pretendía que no se acordaba.

sábado, enero 03, 2009







Porque para ella Ale no era un simple nombre. Porque Ale significaba todas las palabras hermosas y agraciadas del mundo. Porque estaba repleto de errores y defectos que lo hacían tan real, tan autentico. Clara se sentía segura pronunciando su nombre: Alejandro. Nombre de Dios y de Rey, su Rey. Había solo una cosa que la ponía triste; eran los días llenos de té y vacios de Ale. Días en que en su puerta rota y abandonada no entraba él.
Un día de desconsolada soledad se inspiró sobre el piso escribiendo...






Al nacer en mí un nuevo amor espero, que no nazca fruto de la muerte de un amor ahora pleno.
Y que cuando un sueño se cumpla, sueñe otro sin dejar pasar rápidas a las horas.
Quiero, mi amor, convertir las lágrimas de un rosal en rocío antes que el cielo, despojarlas de sus espinas que le causan aquél llanto por las noches.
Que los ruiseñores canten por las mañanas el secreto de la tristeza de las rosas suaves y perfumadas entre el lúcido telón verde.
Sueño con el amanecer ahora prófugo. Con las noches inconscientes y sostenidas entre dos. Con las suplicas de amor eterno bajo mi ventana.